Giorgio Vasari

Perseo y Andrómeda, por Giorgio Vasari

Este hombre del renacimiento fuera de ser arquitecto y pintor, era un excelente escritor, gracias a él la vida y el juicio del arte de aquella época ha llegado en buen resumen hasta nuestro días.

Vasari, trato con algo de crueldad a sus antecesores, es decir, a los precursores del renacimiento alto y del manierismo, así que saldré en defensa de ellos: En primer lugar el artista no puede ser ingrato con sus orígenes, Sandro Boticelli hizo por el arte lo que nunca pudo Vasari, y eso fue captar el espíritu de las formas, no solo la apariencia externa, esa extraña virtud también es visible en Fray Angélico, religioso que más allá del hecho de pintar figuras, pintaba la esencia de las almas; tuvieron que pasar siglos hasta que la historia nos trajera a un genio de talla similar, me refiero a Odilon Redon.

Ahora, si juzgamos el arte por el simple hecho de acercarse a la realidad, bueno pues, el único que se salva de ese juicio es Leonardo, ni siquiera Rafael el divino hizo algo del nivel de "La Virgen de las Rocas" o de "La Mona Lisa", es cierto que pinto poco, pero eso se debe justamente a su reflexión sobre el claro oscuro y al sentido de la proporción y la perspectiva que en este maestro llego al nivel de ciencia, no por eso se puede echar por el tacho o por tamiz fino el trabajo de varios artistas del renacimiento.

Bueno, pasado este preámbulo, un tanto ácido, les dejo por testimonio de ese talento sobresaliente de escritor un fragmento de su libro "Vidas de los más Eminentes Pintores, Escultores y Arquitectos", Vasari nos dice:

Los siglos XV y XVI

...Los maestros cuyas vidas han sido escritas en la segunda parte hicieron innovaciones importantes en las artes de arquitectura, pintura y escultura, superando a los de la primera parte en regla, orden, proporción, dibujo y estilo...
Pero aunque los artistas del segundo periodo hicieron grandes aportaciones a las artes en todos estos puntos, no llegaron a alcanzar las etapas finales de la perfección, pues carecían de esta libertad que, al mismo tiempo que está fuera de las reglas, es guiada por ellas, y que no es incompatible con el orden y la corrección. Esto requería una invención prolífica y belleza en los menores detalles. En la proporción les faltaba un recto juicio, el cual, sin necesidad de medir las figuras, las reviste de una gracia sin medida en las dimensiones elegidas. No alcanzaron la cumbre del diseño porque, aunque hicieron los brazos redondos y las piernas derechas, no eran hábiles en representar los músculos y estaban faltos de esta graciosa y dulce facilidad que en parte se ve y en parte se siente, como ocurre en las carnes y las cosas vivas, sino que eran toscos y desmedrados, de visión difícil y de un estilo duro...
Este acabado y esta seguridad de que carecían no les era fácil de alcanzar por medio del estudio, el cual tiende a hacer el estilo seco cuando se convierte en un fin en si mismo. Los otros pudieron alcanzarlos cuando hubieron visto desenterradas algunas de las más bellas obras mencionadas por Plinio: el Laocoonte, el Hércules, el gran torso de Belvedere, la Venus, la Cleopatra, el Apolo y otras sin número, en sus suavidades y en sus asperezas están copiadas de los mejores modelos vivientes, con acciones que no las retuercen, antes les dan movimiento y les hacen desplegar la más exquisita gracia. Esto suprimió una cierta sequedad y tosquedad causadas por un excesivo estudio, observable en Piero della Francesca, Lazzaro Vasari, Alesso Baldovinetti, Andrea del Castagno, Pesello, Ercole Ferrarese, Giovanni Bellini, Cosimo Rosselli, el abad de San Clemente, Domenico del Ghirlandaio, Sandro Boticelli, Andrea Mantegna, Filippo y Luca Signorelli.
Todos éstos se esforzaron en obtener lo imposible con sus fatigas, especialmente en escorzos y objetos poco gratos...