Lambert Lombard a Giorgio Vasari — Lieja, 27 de abril de 1565


La multiplicación de los panes y los peces —por Lambert Lombard


A Giorgio Vasari  - Lieja, 27 de abril de 1565


El arte italiano primitivo
De vuestros libros deduzco que vuestro espíritu es tan amable y cortés como dotado en las artes, lo que me anima a abriros mi pensamiento, de pintor a pintor, sin artificios de lenguaje, y confesaros mi gran deseo de obtener un favor de vuestra cortesía. Me gustaría tener una pintura de Margaritone, y también una de Gaddi y una de Giotto, con objeto de compararlas con ciertas vidrieras de antiguos monasterios de aquí y con ciertos bajorrelieves en bronce. Estas obras contienen figuras, en su mayor parte de puntillas. No obstante, han excitado mi interés más que ciertas obras modernas de los últimos cien años. Obras antiguas de dos, tres o cuatro siglos me placen más que las de hoy en lo que concierne a su estilo, a pesar de estar hechas más de acuerdo con la tradición que con arte real e imitación de la vida.
Recuerdo haber visto en Italia algunas figuras pintadas hacia 1400, muy desagradables a la vista, porque no eran delgadas ni gruesas ni tenían ningún buen estilo. Paréceme — perdonadme si yerro — que las obras de los artistas que vivieron en los tiempos de Giotto y de Donatello resultan chapuceras. Muchas las hay así en nuestro país y en toda Alemania, procedentes del periodo entre aquel tiempo y el Maestro Roger y Juan de Brujas. Este último abrió los ojos de los pintores, que se pusieron a imitar si manera y, sin preocuparse de nada más, dejaron nuestra iglesias llenas de pintura que en nada semejan a las buenas y de aspecto natural, y no tienen más cualidad que un bello colorido.

Schongauer y Durero
Apareció entonces en Alemania un tal Martín Schongauer, grabador en cobre, que no se apartó del estilo de su maestro Roger, aunque sin lograr su excelencia en el colorido. Era menos hábil con el pincel que en grabar sus láminas, que entonces parecían milagrosas y aun hoy gozan de gran reputación entre nuestros artistas, pues, aunque algo secas, no carecen de elegancia.
De este Martín Schongauer derivan todos los artistas alemanes de fama. El primero es su discípulo, el sin par y diligente Alberto Durero. Durero siguió los procedimientos de su maestro, pero trató sus amplios ropajes de una manera más conforme a la vida, aunque no le fuera completamente fiel, e introdujo un modo de dibujar más vigoroso y menos seco, asistido por la geometría, la óptica, las reglas y la proporción en las figuras.


La primer virgen tonta —por Martín Schongauer