El artista, por amor propio, no debe trabajar

¿Qué es el trabajo? Dedicarse a una actividad que genere una fuente de ingreso, bien puede ser en beneficio personal, o bien para el beneficio de un patrón,  o las dos cosas al mismo tiempo.
El artista no trabaja en realidad, la verdad que es una suerte de ocio, un pasatiempo que se encarga de mostrar lo sublime y lo miserable en el ser humano. Un artista es un ilusionista, un creador de espejismo que por más que sean pisoteados al final determinan parte de la autoestima, o vergüenza, de los pueblos que los vieron crecer, sufrir y morir en vano.

El artista no es un maestro, solo es el Diógenes que con su lámpara alumbra lo oculto a los ojos casi ciegos de su época, por eso es común que los cataloguen de locos. ¿Quien perdería todo el día en mirar la vida para sentirla dos veces? Es como escribir con la fuerza de un enfermo mental que quiere dejar sus palabras con relieve hasta que se parta el lápiz sobre el indiferente papel que lo soporta todo, hasta los malos poemas y máximas que estúpidamente anhelan marcar la pauta de una "nueva verdad."

Yo no trabajo, soy artista, y no se porque pagan bien mi trabajo, me parece absurdo: ¿Usted le pagaría a un niño por jugar? Creo que el oficio que practico me acerca al estado más grandioso que podría esperar mi alma, en ese estado cinco horas son iguales a un minuto, un día una hora, y mil intentos un solo esfuerzo. Entonces, ¿el arte es un trabajo? no lo creo, y el que dijera que si es un trabajo es que en realidad no disfruta de su oficio creador.

Hasta hace poco estaba trabajando en un mural escultórico, en un encargo soberbio y digno como para dedicarle medio año de mi vida, pero de pronto el "patrón" se le ocurrió darme otro oficio, el de juguetero y artesano. No me quejo del encargo, pero esa tarea (trabajo) esta lejos de mi soberbia y vanidad infantil. ¡Yo soy artista! Así que es muy probable que le devuelva su dinero adelantado y me dedique a crear algo digno de mi tiempo. Yo soy caballo, no un burro de carga, soy un galgo, no un conejo de presa, y eso me está llevando a tomar esa decisión drástica.

No creo que el Señor, que pretendió tener un trabajo mío, acepte dos rollos enormes de fibra de vidrio, polvo de mármol, y dos mil quinientos kilos de arcilla como devolución, así que le daré dinero en efectivo, para eso no demoraré ni tres días. Me da pena por la economía de mi hogar, pero primero está la dignidad y el buen gusto de amarse. La vida es solo una y yo no creo en Dios ni en la vida eterna. Solo busco la felicidad de manera ingeniosa en las artes y oficios, y en los juegos simples de mis hijos pequeños.