¿Serías capaz de renunciar a todo, incluso a tu propia felicidad, por amor al arte?
Esa pregunta debes hacértela ahora, sobre todo si eres joven.
Muchos creen que el oficio de arte es pura diversión, bohemia, exposiciones y halagos, pero, que pasaría si la gente que te rodea, de los amigo y familiares, dejaran de creer en ti. Si vieran en tu profesión una suerte de auto-tortura, un sadomasoquismo intelectual que tratase de enseñar a ver a las personas más allá de lo necesario... ¿Acaso los topos necesitan de una gran visión para lograr y adquirir lo que necesitan?
Tienes que saber que el camino no es fácil para todos, que la moda y las palabras aveces pueden más que el sentido común. Ejemplos:
1.- Envuelve caca en papel aluminio, de tal forma que parezcan deliciosos bombones de chocolate. Después introduce esa pestilencia dentro de un cubo de cristal perfectamente hermético y ponle un letrerito que diga: "Lo que ves no siempre es lo que aparenta".
2.- Amarra a un perro dentro de una galería, diseña un sistema que impida que el perro pueda caminar en varias direcciones, solo una monótona trayectoria recta. No le des de comer, ni beber, y no permita que la gente haga lo contrario a tu putrefacta y cruel voluntad. Finalmente déjalo morir de inanición y repite la payasada en otras prestigiosas galerías...
Aunque no lo creas esas cosas ya se han hecho y han recibido elogios de la "crítica especializada". Y en estos mismos momentos hay artistas que sufren de tuberculosis, que viven en cuartuchos húmedos y sin calefacción, héroes que en silencio escriben un pedazo de la historia de la vida interna de los humanos.
Hay gente incomprendida, solitaria, divorciados, maldecidos, encerrados en manicomios, pero que no dejan su "santo oficio del arte", porque saben que es el llamado ineludible de lo más puro de su universo interno, y que renunciar a ello simbolizaría caer en la muerte en vida, perder la razón del porqué se vive. Por eso te digo: ¿Serías capaz de renunciar a todo, incluso a tu propia felicidad, por amor al arte? ¡Yo sí!
No quiero que por monería digas que también lo harías, se humilde, analiza tus taras mentales, tus defectos como persona, comprende cual es el límite de tu osadía a la hora de plasmar tus sueños en un lienzo, tu pasión en una piedra, o que podrías hacer con el barro que Rodín empleó para recrear la vida a la manera de un semidiós. Cuando tengas todo claro en tu cabeza atrévete a decir: ¡Si, yo quiero ser un artista!