S: — ¿Y entre dibujar observando a un objeto o mirando hacia adentro, con cuál de los dos te sientes más cómodo? ¿Con cuál disfrutas más?
A: —Ummm. Depende de las circunstancias. ¿No? Si yo quiero dibujar algo que estoy viendo especialmente, y me interesa lo que estoy diciendo, si hay un disfrute, si hay una búsqueda, un deseo de reproducir eso, porque me interesa el tema, pero generalmente son cosas que yo tengo adentro y me gusta dibujar. Derrepente estoy dibujando, que se yo, una viñeta o una caricatura, y se me ocurre la cara de una mujer, y mientras yo descanso empiezo a dibujar la cara de la mujer, que no existe en ninguna parte, solo en mi cabeza, y no sé, esas cosas me divierten mucho, y por eso me distraigo tanto, ni cuenta me doy de la hora que es, ni nada, pueden ser las tres de la mañana dibujando simultáneamente dos cosas, lo que tengo que hacer, que también me gusta, no me disgusta hacer caricaturas, me encanta, es un tema obligatorio, dejo de hacerlo ,y a la vez me relajo, cuando retomo lo otro lo veo más claro.
S: —Y cuando vas dibujando vas pensando a la vez que: este brazo debe ser más largo, este más corto, que la sombra así…
A: — Yo creo que lo hago por instinto, yo diría que el cerebro tiene una especie de software, porque evidentemente hay un aprendizaje de la formas, así como aprendes a caminar, hablar, igual aprendes a entender el lenguaje de las formas, en sus proporciones, movimientos, gestos, actitudes, que se yo, todo eso es aprendizaje. Llega un momento en que dejas de pensar en esos puntos y ya sabes inmediatamente si un brazo es más largo, o debe ser más corto. También puede venir lo que es la desproporción deliberada, pero, ya hay un software, una memoria de lo que has aprendido con el ejercicio constante, que te obliga a observar, registrar, a entender, comprender, reconocer. Ese proceso es largo, de toda la vida, nunca terminas de aprender. En realidad un cuerpo humano tiene todos los problemas del dibujo.
S: —Tu sientes que todavía estás aprendiendo.
A: — Si. Yo siento que no acabo de aprender. Siempre me sorprende algo. Las manos, por ejemplo, es un tema extraordinario, hasta a veces más difícil que la cara, ¿no? Porque las manos tienen una capacidad expresiva enorme, y muchos artistas se dedican a hacer manos porque es un problema de perspectiva, expresión, jodido. La mano para mí es un tema maravilloso, inagotable. Las manos siempre acompañan al gesto.
El cuerpo entero está hablando cuando tú te comunicas.
S: — ¿A ti te ha pasado que cuando dibujas un rostro no muy agraciado, en las norma de lo que es el canon universal, de pronto al dibujarlo encuentra una belleza?
A: — ¡Ah!, por supuesto. Para mi cada rostro…
S: — Y al final cada rostro te parece hermoso...
A: — Por su puesto, totalmente de acuerdo. Cada cara tiene una estructura propia, una armonía propia.
Yo creo que el lenguaje del arte te conecta más sanamente a la vida, y eso lo hace mejor ser humano. Soy un convencido de que el arte tiene ese papel social.
Mozart —por Alonso Núñez Rebaza